La observación continua de todo aquello que me rodea, hace que en ocasiones ponga mi atención en las personas que diariamente me cruzo. Ver a tanta gente a una hora y en un espacio concreto donde nuestros caminos se cruzan, me entumecen los ojos, pues soy consciente que nada sucede por azar, y nadie aparece por casualidad por estar todo previsto.
Veo hombres y mujeres de todas las edades, ancianos, adolescentes, niños y niñas, les miro discretamente y no puedo evitar que una sonrisa, salga de improviso y se la dedique en forma de saludo.
En ocasiones, alguna gota resbaló por el lagrimal recorriendo una breve traza que terminó humedeciendo el labio superior. Allí permaneció, como quien se asoma al abismo en espera de caer o ser borrada con la mano. Cuando se consigue ver al prójimo en la Unidad, donde lo verdaderamente importante es el Humano en lugar de la división por razón de sexo, o el estatus social que sustenta a la inconsciencia de una sociedad dormida, surge un escalofrío que antecede a la emoción que me hace pensar;
“¿Cuántos de estos humanos con los que hoy coincido, jamás más volveré a ver?
¿Por qué motivo la providencia previó que hoy nuestros caminos se cruzasen en un espacio y hora determinado?”
Ese espacio que compartimos durante escasos segundos, simplemente es un escenario que suma en continuos escenarios que dan lugar a mi realidad, en cada instante de mi existencia. Para panorama que es común para todos, también se suma mi presencia, que formará parte de la realidad de cada sujeto en el momento del encuentro.
Somos en definitiva, actores deambulando por escenarios continuos particulares de otros congéneres y a su vez, viviendo el nuestro en primera persona.
La sonrisa en forma de saludo, va siempre dedicada con un: “hasta pronto, por si no nos volvemos a ver”
MAYODEL68